jueves, 12 de octubre de 2017

MI LIBERTAD SECUESTRADA POR LAS BANDERAS

Antes, cuando me levantaba por la mañana, me asomaba a la ventana para ver los primeros rayos del sol, y no veía ninguna bandera colgando de los balcones, y la libertad se reflejaba en mi cara. Antes, cuando subía al autobús para ir al trabajo, observaba a mi alrededor y solo había caras somnolientas o despiertas que miraban al infinito o al acompañante de al lado, sin escuchar palabras contrarias contra nadie por sus diferencias políticas o sociales, y la libertad se reflejaba en sus ojos y los míos. Antes, cuando volvía a casa y recogía a mi hijo en la puerta del colegio, le preguntaba y hablábamos de las ciencias o las matemáticas, y nos contábamos cómo nos había ido por la mañana y por la tarde, y la libertad nos envolvía. Hasta que un día, alguien, desde su pulpito de poder, convenció a una parte de la calle para que adornara sus ventanas con banderas insolidarias y guerreras, y en ese momento, al mirar al frente, comencé a pensar que algo de mi libertad me estaban robando. Poco después, alguien, desde su púlpito de insolidario poder, hizo creer a unos que los culpables de sus males eran los otros, y en el autobús de la mañana, las miradas, empañadas por los distintos colores de las banderas, empezaron a ser recelosas y esquivas, y sentí un profundo dolor en mi corazón al comprobar que estaban consiguiendo que la mitad de mi libertad quedara atrapada. Pero aún soñaba con que todo esto fuera pasajero, hasta que una tarde, cuando fui a recoger a mi hijo al colegio, me di cuenta que alguien, desde su ignominioso y trapacero púlpito de poder, le había enseñado a grabarse una bandera partidista, insolidaria y guerrera en su frente, y le habían adoctrinado para enfrentarse a aquellos otros que no compartieran sus mismos colores; y dejó de hablarme de literatura o de ciencias naturales, o de sus clases y compañeros, a los que comenzó a diferenciar entre camaradas o mierderos, según el color de sus ideológicas ideas. Y entonces, con mi alma inundaba de la más rabiosa incomprensión, me di cuenta que HABÍAN SECUESTRADO MI LIBERDAD CON LAS BANDERAS.

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