jueves, 12 de octubre de 2017

EL SUPREMACISMO CATALÁN

Podríamos definir el “supremacismo” como la ideología que sostiene que algunas razas, naciones o pueblos son superiores a otros pueblos, naciones o razas, utilizando para ello simplonas razones biológicas, culturales e incluso morales. Como ejemplos históricos podemos recodar el “supremacismo blanco” sobre la raza negra, que durante tantos tiempo campó a sus anchas por los Estados Unidos de América, y el “supremacismo ario”, de la terrible Alemania Nazi. “El supremacismo” siempre tuvo grandes dosis de racismo, de xenofobia, y de insolidaridad social. Y cuando, a través de la democracia y de la solidaridad entre los pueblos, parecía que se había conseguido dejar en el olvido del pasado las ideas supremacistas, de pronto nos encontramos con que vuelven a resurgir con toda su intensidad en esa Cataluña que, para justificar su pretensión de ser independiente, se agarran a sus (supuestas) “diferencias genéticas y morales” con el resto de los pueblos de España, como si no hubiéramos sufrido en Europa suficientes tragedias provocadas por las antiguas ideas supremacistas de la auto-denominada Raza Aria. Lee uno, con estupor, las declaraciones de una diputada del Parlament de Catalunya que dice: “Somos diferentes. A ver cuándo se van a dar cuenta”. ¿Diferentes en qué, Sra. Diputada? ¿Son acaso todos los catalanes más listos, más guapos, más simpáticos que el resto de los españoles? Pues no, Sra. Diputada: Estoy seguro que en Cataluña hay algunas personas muy inteligentes, pero también las hay en Andalucía, y en Salamanca, y en Francia y… hasta en Corea del Norte las hay. Igual de cierto que lo anterior es que en Cataluña también viven muchos mediocres, lo mismo que en Andalucía, en Salamanca, en Francia, y… también en Corea del Norte o en cualquier otra parte del mundo. Y, por supuesto, que en su querida tierra, Catalunya, también existen tontos de solemnidad, de la misma manera que existen en cualquier parte de este planeta llamado tierra, y como no, también en Andalucía, en Salamanca, en Francia, y, claro está, en Corea del Norte. No, Sra. Diputada, no son diferentes, y a estas altura del siglo XXI, buscar razones diferenciales, ya sean genéticas, raciales o morales, es, cuando menos, más propio de ignorantes y xenófobos que de personas civilizadas, inteligentes y demócratas. Usted sabrá dónde se sitúa.

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