viernes, 7 de febrero de 2014

TÉCNICA CUT-UP

Violando todas la reglas del lenguaje

    Cansado de tanto encorsetamiento, de tanto seguir las normas establecidas, de aguantar que los auto-llamados “entendidos” del mundillo de las letras nos marquen las pautas (sin salirse de los cánones establecidos), aburrido de escuchar insulsas críticas literarias de esos múltiples personajes (filólogos, académicos, directores de cursos de supuesta creación literaria, y profesores de esas múltiples y variopintas escuelas de escritores que han nacido como hongos en cada esquina), que solo valoran con un bien una obra si está escrita siguiendo las muy tradicionales (y políticamente correctas) normas gramaticales, sintácticas y semánticas, pienso, creo y estoy convencido que ya es hora de liberarse, de rebelarse contra lo establecido y de romper con lo impuesto.
    Propongo a todo el que escriba y que esté de acuerdo con lo que yo pienso, que, para alejarnos de la monotonía y simpleza de una literatura que se muere de aburrimiento, volvamos a retomar la “técnica Cut-up”, técnica que, como bien sabéis, intenta romper con la linealidad de la literatura común.
    En los años 50 el pintor y escritor Brion Gysin desarrolló el método después de haberlo descubierto accidentalmente. Él había colocado hojas de periódico sobre una mesa para protegerla mientras cortaba papeles con una hojilla de afeitar. Luego de cortar sobre los periódicos pudo notar que las páginas recortadas mostraban interesantes yuxtaposiciones. Comenzó a cortar en secciones, deliberadamente, artículos de periódicos, para luego reordenados al azar en un nuevo texto, y después escribir sobre la prosa combinada tratando de compensar por los rompimientos en el sentido obtenido. Julio Cortázar también utilizó la técnica frecuentemente en Rayuela.
    William S. Burroughs, perteneciente a la Generación Beat, es uno de los escritores más identificados con esta técnica experimental y rupturista. No se debe considerar esta experimentación como algo sin objetivo. La peculiar filosofía de Burroughs, que en definitiva es la que ha dado trascendencia a su obra, es casi mesiánica. Según Burroughs, el ser humano está alienado por el lenguaje. Considera que el lenguaje (y las normas gramaticales y sintácticas que le caracterizan) es un organismo parásito, un virus, que ha elegido nuestras mentes como hábitat. El problema se complica porque los seres humanos infectados no saben que lo están.
    Para Burroughs, la auténtica revolución no es de índole social, sino mental. Deshacerse del virus lenguaje es el primer paso. La guerra contra este virus establece una continuidad en gran parte de su obra, donde los protagonistas (humanos, extraterrestres, seres inorgánicos, demonios) están claramente de un bando o de otro y se enfrentan violentamente, sin reglas de ningún tipo.
    Los esfuerzos de este autor por trascender las reglas del lenguaje consiguen finalmente destruir esa tiranía inherente, de tal manera que Burroughs consigue expresar imágenes y mundos como nadie ha podido antes. No se puede afirmar, empero, que haya conseguido este objetivo desde el primer momento. Las obras anteriormente mencionadas en ocasiones rozan la ilegibilidad y exigen un esfuerzo considerable por parte del lector. No es sino hasta su madurez, con la trilogía Ciudades de la noche roja, El lugar de los caminos muertos y Tierras del occidente donde este autor consigue el equilibrio entre accesibilidad, experimentación y revolución. En estos tres libros la destrucción del lenguaje se lleva a cabo de manera tan sutil que en la práctica el lector no se da cuenta de que en realidad el texto está violando todas las reglas del lenguaje, logrando además que el texto se transforme en imágenes de modo fluido.
    Su modo de escribir, en especial su uso de la técnica cut-up, ha repercutido e influido en la forma de escribir de músicos como Ian Curtis, David Bowie y Patti Smith, declarados admiradores del escritor.
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