domingo, 28 de julio de 2013

FABRICANDO UN "BEST SELLER"

Fabricando un 'best seller' – (Bel Carrasco)

Dos kilos cumplidos de amor, preferiblemente escabroso y prohibido, cuarta y mitad de misterio, un buen chorro de sangre caliente y todo bien aliñado con salsa picante a base de sexo más o menos explícito. Si esto fuera la receta para cocinar un best seller, que no lo es, me la quitarían de las manos, incluso más de uno sería capaz de vender a su madre para conseguirla. Y es comprensible porque sólo a base de alcanzar la cota de los libros más vendidos los escritores logran salir de miserias. Picapedreros de las palabras, esforzados galeotes en el mar de la fabulación.
El de escribidor es el oficio más solitario y peor remunerado del mundo del arte, el que exige más horas de remar contracorriente y mayores dotes creativos. No se trata sólo de escribir bien, sino de ejercer de psicólogo, sociólogo, amén de demostrar aguda capacidad de observación, memoria de elefante e ingenio a la hora de concebir personajes con vida propia y tramas que enganchen al lector. En el gremio de la buena y mala letra hay de todo. Autores hartos de fama y gloria que para librarse de la presión que ello supone publican con pseudónimo y otros capaces de lo que sea para estar en el candelabro. Lo primero es lo que ha hecho la madre de Harry Potter, J.K.Rowling al publicar una novela policiaca con el nombre de Robert Galbraith, La llamada del cuco, muy bien recibida por la crítica pero con unas ventas relativamente modestas, 1.500 ejemplares, hasta que se descubrió quién estaba bajo el nombre falso y se agotaron las ediciones lo que demuestra que vende más la celebridad del autor que el título o el contenido de la obra. En cambio a nuestra simpar Lucia Etxebarria, alérgica al el anonimato, se apuntó a uno de esos programas estivales que ella misma calificó de "basura sensacionalista", donde ha montado un buen pollo antes de salir por piernas. No se sabe es si lo hizo por dinero o por puro exhibicionismo. Lo que sí, que es una señora realmente insoportable. Pero vayamos al grano, ¿cuál es el best seller del estío? El duelo en la cumbre enfrenta al veterano Dan Brown (Inferno) y a un joven recién llegado Joël Dicker, autor de La verdad sobre el caso Harry Quebert. El primero no lo he leído, ya tuve bastante con sus dos títulos anteriores, pero sí puedo recomendar el de Dicker como un ejemplo de literatura de entretenimiento con marchamo de calidad. Se trata básicamente de uno de esos relatos caleidoscópicos que sólo a base de unos cuantos cristales, un amor prohibido y la muerte de una joven, consigue deslumbrar con infinidad de cambiantes imágenes. Un ejemplo de las mil caras que tiene la verdad y de cómo el buen escritor las manipula a su antojo para mantener la atención del lector gracias a un impecable estructura. La novela habla también de la crisis de creación, de la amistad entre dos escritores y las estrategias de las editoriales que, en Estados Unidos, pueden contratar a un autor por cinco novelas que aún no ha escrito, como si se tratara de fabricar tractores. Ante la penuria lectora y la incertidumbre del mercado, amenazado por la sombra del ebook, las editoriales intentan amarrar bien sus proyectos, ir sobre seguro con éxitos seguros y eso impide cada vez más el acceso de nuevas voces con lo que magníficas historias se esfuman en el éter. Algunos sellos lanzan ediciones no venales en plan de prueba que se repartan entre críticos y periodistas especializados para que den su opinión antes de la publicación oficial. Best seller que nacen y otros que se hacen. Títulos programados por el marketing editorial y otros que triunfan por sus propios méritos; el boca a oreja que es la promoción más sana y a la larga la más eficaz. Ocurrió con El tiempo entre costuras de María Dueñas o la primera entrega de Millenium de Stieg Larsson. El pasado verano tuvimos el fenómeno Cincuenta sombras de Grey, trilogía de E.L James que enganchó a muchas lectoras de mediana edad de sexualidad insatisfecha y tuvo múltiples imitadores que tocaron la tecla erótica. Cuando el año que viene por estas fechas se estrene la película habrá que soportar otro aluvión de más de lo mismo. Porque, al fin y al cabo, y pese a la libertad de expresión leemos y vemos sólo lo que a unos cuantos les interesa y antoja.
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